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La ciencia espiritual denominada Antroposofía, por el DR. Rudolf Steiner; se encarga del estudio de realidades sensibles y suprasensibles que rodean al ser humano. Estos estudios permiten entender las complejas interacciones entre la vida materialista y la vida espiritual. Una concreción de los aportes de esta ciencia se realizó en 1919, en el campo educativo, por el mismo, Rudolf Steiner, quien funda la primera escuela, en la fábrica de cigarrillos Waldorf Astoria. Esta primera experiencia educativa antroposófica se difunde en el mundo como pedagogía Waldorf. Ésta pedagogía está fundamentada en el conocimiento profundo de la naturaleza del ser humano en procura de favorecer y potenciar un desarrollo sano y sanador.

La antroposofía define al ser humano como ser tripartito (cuerpo-alma-espíritu). Los principios del ser humano tripartito son aplicados en el quehacer pedagógico mediante tres acciones: hacer, sentir y pensar. La aplicación orgánica de éstas acciones, permiten que la educación provea a niños y niñas lo que necesitan según su momento evolutivo y su realidad cultural. En este sentido el Dr. Steiner plantea que la enseñanza debe considerarse como un arte, no como una ciencia; donde, la formación escolarizada permita apelar a la individualidad de cada estudiante, para despertarlo desde adentro, sin adoctrinarlo intelectualmente desde afuera; porque, formarlo como ser humano importa más que impartir conocimientos.

Principios y fundamentos
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“Para que una educación sea auténtica en los actuales momentos, es necesario que ésta involucre y potencie procesos pedagógicos sanadores hacia todos los ámbitos y dimensiones del ser humano en devenir.”

Fundamentos en la Comunidad
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PEDAGOGÍA WALDORF COMO FUNDAMENTO EN EL QUEHACER EDUCATIVO  EN LA CENIP

La Pedagogía Waldorf es una forma de enseñanza basada en el conocimiento profundo de la esencia de la naturaleza del ser humano. Esta pedagogía se empeña en el desarrollo de estrategias que contribuyan a potenciar un sano desarrollo del ser humano, por esto lo considera como fuente lugar y meta del quehacer educativo. La pedagogía Waldorf con más de cien años de vigencia en el mundo (1919 – 2023) es acogida reconocida por la UNESCO (en la 44va conferencia) como forma válida para educar en el mundo (https://youtu.be/7pUj9TGtNAk), pues en sus principios se establece que, para lograr su cometido, debe adaptarse a la cultura, marco jurídico y social de cada país.

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Los aprendizajes en los años de escolaridad deben tener como punto de partida la vivencia de sensaciones, así los estudiantes pueden establecer relaciones entre lo que aprenden y sus propias vivencias. El aprendizaje de esta manera se llena de vida y provoca en los participantes una sensación de bienestar y de alegría por aprender. En la Comunidad Educativa Nina Pacha (CENIP) de manera permanente se trabaja para fomentar un aprendizaje en este sentido.

 

La CENIP al igual que las distintas iniciativas Waldorf que existen en el mundo (desde hace más de cien años), está suscrita al movimiento pedagógico creado por Rudolf Steiner, que a pesar de ser parte de un movimiento mundial, cada una de ellas es autónoma, en la toma de decisiones: pedagógicas, organizativas y de financiamiento, el objetivo en común es un genuino interés por responder y a las distintas necesidades de niños, niñas, padres, madres y docentes.

 

Los fundamentos del Dr. Rudolf Steiner sirven de premisa para considerar que cada estudiante es fuente, lugar y meta de todo el que hacer pedagógico. Esto constituye un verdadero reto para los docentes, padres y la misma institución, porque se ven en la necesidad de profundizar en el conocimiento de cada niño, niña o adolecente. Pues, sólo el conocimiento profundo de la naturaleza humana de cada estudiante, permite que un docente pueda aprender lo necesario para acompañarlo; en las diferentes etapas evolutivas e incluso con una comprensión en torno a las modas y expresiones culturales del momento. Sólo la perspicacia del docente puede ayudarlo a entender las necesidades de cada estudiante; esto le permite de manera fundamentada ensayar respuestas, a esas necesidades; y, a la vez sin interferir en su autonomía potenciar el desarrollo de su

individualidad.

SEPTENIOS

Uno de los pilares para el conocimiento y comprensión de la naturaleza humana, que redunda en beneficios para el trabajo pedagógico, es el estudio de la biografía humana. Fruto de éste estudio surgen las nociones y conceptos sobre procesos y ritmos vitales que duran siete años; a los cuales se les denomina septenios.

La pedagogía Waldorf logra identificar que a lo largo de cada septenio, el ser humano presenta y desarrolla determinadas características, en donde va desarrollando necesidades y capacidades. Por esto considera que, es fundamental acompañar y respetar los tres primeros septenios. Debido a que en estos se desarrollan los más importantes procesos de aprendizaje y escolaridad; que en su momento serán la base, para que niños y jóvenes puedan crecer y formarse desde ellos mismos.

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LA PRIMERA INFANCIA   (Primer septenio 0-7 años)

Los niños y niñas pequeños desde su llegada a este mundo, buscan tomarlo, cogerlo, comérselo. Es decir quieren absorberlo todo mediante sus sentidos. La dificultad en esta etapa es que para ellos “todo es Bueno”; y, toman “todo”, como si lo fuese, sin ningún filtro ni racional ni consiente, aspecto que se ve potenciado porque en esta edad cuentan con el poder más activo del conocer: la imitación.

 

Por este motivo, resulta imperioso proporcionarle un entorno que ofrezca adecuados ritmos y actividades con sentido real. Esta necesidad debe ser atendida de manera prolija por: padres y maestros; quienes tienen la responsabilidad convertirse en seres dignos de imitación.

En este septenio niñas y niños deben realizar actividades encaminadas a desarrollar los sentidos y la corporalidad, para potenciar la capacidad de imitación natural que poseen y que a futuro puede ser una excelente cualidad de aprendizaje. Para ello las labores domésticas y artísticas potencial altamente la capacidad imaginativa y de funciones cognitivas que permiten a su vez el desarrollo de la voluntad, cualidad que se conserva durante todos sus años posteriores.

 

Las primeras experiencias de aprendizaje y escolaridad deben encaminarse a guiarlos en las diferentes actividades cotidianas como amasar y hornear pan, trabajar la agricultura, pintura con acuarela, realización de pequeños telares, juego libre, rondas y cuentos de hadas. Involucrarse por completo en tales actividades es la mejor preparación del niño o la niña para la vida. Este tipo de trabajo lúdico, imaginativo, permite el surgimiento de los poderes de concentración, interés y amor por el aprendizaje, que en sí mismos constituyen base para la configuración del pensamiento.

LA NIÑEZ   (Segundo septenio 7-14 años)

A los siete años, un niño o niña, está listo para emprender el sendero de la escolaridad. Orgánicamente su cuerpo da muestras de éste aprestamiento, paulatinamente se producen cambios en todo su cuerpo y ser. Se vuelve más imaginativo, ya no quiere comerse el mundo, ahora quiere conocerlo y estudiarlo para transformarlo por medio de la imaginación.

 

En el segundo septenio de manera innata existe una predisposición hacia sentimientos de amor, veneración y devoción, esenciales para el desarrollo de la noción de –autoridad amada- que constituye uno de los principios pedagógicos fundamentales. En esta edad se fortalece el respeto y la veneración a quien le enseña, al extremo que lo que dice el docente “es más verás que lo que puedan decir sus propios padres”.

Este septenio abarca toda la Educación General Básica, por tanto será tarea del educador, procurar poner al alcance todo lo que sus estudiantes necesitan conocer acerca del mundo. Para lograrlo se valdrá del lenguaje y la imaginación, de la riqueza de épocas antiguas, de historias, leyendas y mitologías que hablan de la verdad en parábolas e imágenes. Cuando el docente dota a sus estudiantes del lente de la imaginación, la naturaleza, el mundo de los números, la geometría, la geografía y el trabajo artesanal se vuelven aspiraciones sanas y sanadoras para el alma niños y niñas. Toda acción pedagógica que apele a la imaginación y que procure impregnarse de emotividad, se convertirá en aprendizaje fácil de recordar.

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ADOLESCENCIA   (Tercer septenio 14-21 años)

En este septenio la personalidad en proceso de maduración encuentra ínfulas para declarar una temprana independencia. El mundo circundante ya no es suficiente, ahora hay que buscar el horizonte para ir más allá. Lo que en realidad buscan en esta etapa son insumos para constituir su individualidad, por ello la búsqueda de lo verdadero, será el paradigma que lo mueve a ejercitar un pensamiento autónomo que le permita comprender los hechos complejos del mundo.

 

La labor docente en esta etapa debe impulsar a los jóvenes a la búsqueda de su autonomía como individuos libres, para que puedan convertirse en sujetos receptivos y conscientes de la época que les toca vivir.

 

En este primer ciclo septenario o tres primeros septenios, la pedagogía Waldorf prevé que el proceso de escolarización, de cada estudiante, contemple un recorrido a través de las grandes etapas evolutivas de la humanidad. En concordancia al propio desarrollo de la individualidad donde se observa tres grandes etapas, en el desarrollo del ser humano: en un comienzo totalmente dependiente, pasando por un aprendizaje del mundo, para finalmente transitar hacia su autonomía. De este modo la CENIP busca ofrecer un espacio de aprendizaje para que cada niño y joven se desarrolle en medida de sus propias capacidades.

QUEHACER EDUCATIVO

En la escuela Waldorf en lugar de buscar una meta abstracta o una formación uniforme, se pretende fortificar las características individuales del ser para que sea posible su despliegue en lo social y en la convivencia.

 

El quehacer educativo se adapta a las etapas evolutivas y a las características individuales del niño. El clima de la escuela no está influenciado por miedo a las calificaciones, pues la evaluación contempla criterios más amplios, que abarcan a todo el ser humano. Ante todo se trata de establecer un ambiente de trabajo en colaboración que le permita al niño aprender, crecer y madurar. 

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En las Escuelas Waldorf las aptitudes intelectuales, artísticas y manuales tienen la misma importancia, ya que a todas las capacidades y talentos del niño hay que darles ocasión para desarrollarse. Se trata de estimular las diferentes aptitudes intelectuales, artísticas y manuales porque en el fondo se quiere posibilitar el desarrollo de la facultad del juicio a la vez que un sentimiento sano y todo ello junto a la afirmación volitiva de cada individualidad. Así se prepara el camino hacia la libertad y la responsabilidad. El principio básico de la enseñanza Waldorf indica cuál debe ser la meta de todo profesor: “Despertar las facultades individuales del niño para aprender a aprender” es decir, para aprender a crear por sí mismo el propio conocimiento. De acuerdo con su edad y el momento evolutivo de los estudiantes, en cada grado son presentadas materias determinadas. Pero también es muy importante saber la manera y el momento idóneo para hacer esa presentación. Ello debe responder a las necesidades y posibilidades del estudiante. Es decir que el plan pedagógico Waldorf tiene en cuenta las fases del desarrollo del niño (toda aceleración provoca a largo plazo daños irreversibles).

PEDAGOGÍA WALDORF

Permanentemente las actividades escolares están sustanciadas en  vivencias: con la naturaleza, de la vida cotidiana, prácticas artísticas y artesanales; con el fin de vincular el pensamiento y las manos a través del corazón.
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